En las últimas dos semanas el número de pacientes internados por coronavirus se duplicó y el viernes se batió el récord de contagiados en un día (5.990). No obstante, las autoridades ponen en duda la eficacia del uso del barbijo para evitar contagios.
ESTOCOLMO, Suecia.- El fuerte incremento de nuevos casos y muertes por Covid-19 en las últimas semanas en Suecia, el mayor en la región, hizo resurgir el temor a una segunda oleada del virus tan dura como la primera en el país más castigado en Escandinavia, que mantiene su estrategia laxa y recela de las mascarillas.
Frente a los números moderados de los otros nórdicos, Suecia se desmarcó la pasada primavera con unas cifras de contagios y muertos muy superiores (cinco veces más que Dinamarca y diez que Noruega) y el mayor exceso de mortalidad en siglo y medio, aunque por debajo de los más afectados como España, Italia, Reino Unido y Francia.
La situación se recondujo progresivamente en verano y el contagio bajó a niveles inferiores a los de sus vecinos. Hasta hace menos de un mes, el epidemiólogo jefe de la Agencia de Salud Pública (FOHM) y responsable de la estrategia nacional contra el virus, Anders Tegnell, hablaba de la “excepción sueca” frente a la suba generalizada en el resto del continente.
Pero las cifras se dispararon las dos últimas semanas. El número de pacientes internados se duplicó, una de cada tres camas en cuidados intensivos corresponden a enfermos con el virus y este viernes se batió el récord de contagiados en un día (5.990) y se produjeron 42 muertes en las últimas 24 horas, la cifra más alta desde principios de junio.
Suecia registró en los últimos 14 días 485,3 casos por cada 100.000 habitantes, el número 20 de 31 países en Europa y aun lejos de los más castigados, pero casi el doble que Dinamarca y tres veces más que Noruega, cuando el mes pasado presentaba mejores números que estos, según datos del Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades (ECDC).
“La capacidad a nivel nacional es buena aún”, resaltaba esta semana la responsable de emergencias de la Dirección de Asuntos Sociales, Johanna Sandwall, señalando que todavía se mantiene un 30 % de plazas libres en cuidados intensivos y que el punto de partida en cuanto a recursos es mucho mejor que en primavera.
En la misma línea incidió Tegnell, destacando que la situación en los hospitales está “bajo control” y que Suecia se encuentra en una fase distinta en la curva que la mayor parte de Europa, donde la explosión de casos ya se produjo a finales de verano y ahora empieza a experimentar un freno.
“La situación es más grave de lo que creíamos”, admitió no obstante Tegnell.
En 17 de las veintiuna regiones suecas las autoridades recomiendan ya reducir al mínimo los contactos fuera del círculo familiar, trabajar desde casa y evitar establecimientos comerciales, y una decena, entre ellas Estocolmo, constataron contagio en asilos y comunicado que su capacidad para hacer test está al límite.
El primer ministro sueco, el socialdemócrata Stefan Löfven, alertó hace días de que se vienen “tiempos oscuros” y que los indicadores apuntan “en la dirección equivocada”, a la vez que anunciaba la prohibición de venta de alcohol en la gastronomía a partir de las 22 y el adelanto del cierre de esos establecimientos a las 22.30.
Aunque se trata de una medida similar a la que adoptaron muchos países, choca en el contexto de Suecia, cuya estrategia se basó desde el comienzo en apelar a la responsabilidad individual, con muchas recomendaciones y pocas prohibiciones, como las visitas a asilos o las restricciones de público en eventos, ambas modificadas a principios de otoño.
Se mantiene el escepticismo con los barbijos
Las autoridades reiteraron no obstante que la estrategia, fijada por la FOHM siguiendo la tradición sueca de gran autonomía de las agencias públicas, se mantiene firme y que no se contemplaron restricciones más duras en la vida pública como sí han hecho Dinamarca o Noruega, con menos contagios que Suecia.
Si ambos países aplicaron en primavera un amplio cierre de la vida pública, incluyendo escuelas y gastronomía, Suecia mantuvo siempre abiertas escuelas, guarderías, bares, restaurantes y comercios, aunque con algunas restricciones, y no cerró en ningún momento sus fronteras a países del espacio Schengen ni fijado cuarentenas.
A diferencia de sus vecinos, que desde septiembre abandonaron sus reticencias iniciales y aconsejaron o impuesto el barbijo en algunas situaciones, Suecia no varió su posición, más allá del uso obligado por parte del personal en hospitales o en asilos, reiterando que lo fundamental es la higiene y mantener la distancia.
“Creer que los barbijos van a ser la salvación es peligroso”, sostenía esta semana en una entrevista con Dagens Nyheter, principal diario sueco, Tegnell, señalando que dan una falsa sensación de seguridad y que en los países con las reglas más estrictas no se evitó una extensa propagación del virus.
Rastreo e inmunidad de rebaño
Las deficiencias en el sistema de rastreo de contactos fue otro de los puntos más discutidos de la estrategia, que volvió a estar en el centro de la polémica, aunque los sondeos apuntan a que sigue contando con el respaldo de la mayoría de la población.
La elevada mortalidad y la diferencia con respecto al resto de nórdicos provocaron ya a principios de verano duras críticas de la oposición al Gobierno y de algunos expertos, sobre todo de fuera de Suecia, acusando a las autoridades sanitarias de buscar la inmunidad de rebaño, algo que siempre negadron.
Las sospechas volvieron a surgir esta semana con el adelanto de un libro de próxima aparición en el que se revela un intercambio de correos electrónicos entre Tegnell y otro experto en el que insinuaba la apuesta por la inmunidad grupal.
“Las decisiones se toman en un proceso en el que se hace un análisis conjunto, no las toman funcionarios en conversaciones por correo o en reuniones con gente externa”, se defendió el director de la FOHM, Johan Carlson.
EFE.